martes, 27 de marzo de 2007

Ralentí

El blog se ha visto interrumpido por varios motivos. Para empezar, hemos tenido que suspender un par de ensayos, y ahora llevamos un ritmo un poco más lento para cuidar los detalles. También he hecho una visita al nuevo estudio de grabación de Misha Goldfarb, del que me gustaría hablaros en otra ocasión.

Nuestras actividades siguen en marcha. Echad un vistazo a este blog la semana que viene para saber más.

DANDA

jueves, 15 de marzo de 2007

En busca del acorde perfecto

Buscamos ese acorde.

Retrasos, algún impulso irrefrenable de improvisación... el trabajo de verdad se posponía. Obviamente, Román no tuvo tiempo de prepararse la estructura. La primera parte del tema estaba chapeau! (aunque mis compañeros no saben que hay una rocosa melodía pendiente, que incluiremos ya con la formación completa, en la guitarra o en las teclas).

El trabajo de hoy se centro en la progresión de re menor, una serie bastante sinfónica de ocho acordes progresivos, menores y mayores, que soportará las voces principales (se me ocurre también un liviano apoyo vocal en la parte de la que hablábamos antes, la primera, con un scat que recuerde al Pat Metheny de los primeros 90, armonizado, ya veremos...). Pero vamos a esta segunda parte, que hoy fue central: Román se atascaba en el quinto y sexto compás. Cambiamos las líneas de guitarra baja en re menor por otras en do mayor y do sostenido mayor: el resultado, de lujo.
Con el séptimo acorde, el asunto era más espinoso. Se trata de un acorde clásico de Richard Wright, el teclista de los Floyd (lo utiliza en "Us and Them"), con un sonido inconcluso, roto... y unas armonías bastante extrañas. No es el único homenaje de la serie (el segundo acorde es un tributo al John Lennon de "Fool on the Hill"), pero sí el más difícil. Con sólo detenernos un poco en ello, bajo y guitarra de tú a tú, la solución se presentó ella solita. El sonido, con el nuevo parche, era perfecto.
En definitiva, he descubierto que el bajista trabaja con mis mismos acordes, en vez de limitarse a puntear tónicas. Lo repito: yo no estaba acostumbrado a buenos bajistas. Supongo que él tampoco estaba acostumbrado a temas tan complejos como los de Cuchillo Mundo, ni a la polirritmia... Se nota que estamos en eso que se llama "proceso de aterrizaje".

Somos autodidactas -Román, no tanto-, pero hoy he descubierto que podemos trabajar en la música con bastante solvencia. Trabajar acorde a acorde, con mimo, es un placer. Ese cuidado se nota en el resultado final, siempre. Creo que Cuchillo Mundo puede ser un buen, buen grupo de rock.

Para los curiosos -y para Román, que quería saberlo-, el acorde de marras está basado en el CSusAug de Rick Wright, aunque lo he maqueado un poco para ajustarlo a la tónica en re; el segundo de la serie, que sonaba en el beatlesco "Fool on the Hill", es el Re menor séptima, con la misma digitación que en el original.

El tema sin nombre sigue ganando enteros. Lejos de desinflarse, va ganando en potencia. Suena directo como un puñetazo punk. ¿A qué o quién se parece? A nada ni a nadie. Cuchillo Mundo.

FRAN MOLINERO

miércoles, 14 de marzo de 2007

La búsqueda del corte perfecto

Publico aquí mi primera entrada en el blog del grupo. Me resulta difícil estar a la altura de un artista de raza y escritor consumado como es Fran Molinero, pero un grupo es una multiplicidad de voces y como co-fundador del grupo supongo que lo procedente es que aporte también mi opinión.

El grupo Cuchillo Mundo (enigmático nombre ingeniado por Fran) es un proyecto extraño que surge de las cenizas de Killing Zoe y de las brasas de Senogul. Llevábamos un par de años hablando de poner en marcha este proyecto con otra forma (apoyados por los guitarristas Kierche y Pedro A. Menchaca), y finalmente una inesperada cadena de circunstancias ofreció el empujón definitivo para entrar en acción.

Tras superar con bastante fortuna el primer escollo de conseguir un local, Fran y yo nos reunimos por primera vez un martes de enero sin saber lo que encontraríamos (musicalmente). Él apareció con su Fender y una vieja pedalera (un modelo del pasado milenio, para que os hagáis una idea), y yo aparecí con una versión reducida del equipo que utilizaba con Senogul: nada de usar una docena de platos, ni el pedal doble de bombos. Era un retorno a los orígenes.

Sin tener ni idea de lo que íbamos a tocar, simplemente comenzamos a hacer música. Fran cogió la guitarra, buscó un sonido especial y envolvente, y empezó a experimentar con distintos acordes que no sé bien si eran improvisados o pre-improvisados. El resultado en cualquier caso fue fenomenal: noté que en aquel pequeño local a oscuras (¡Se me había olvidado mencionarlo! No había luz en nuestro local y el atento Rubén "Mol" nos prestó un débil flexo que dejamos arrinconado en el suelo de la habitación) se estaba creando un ambiente especial, y sentí una ola de sonido espontáneo y sin barreras que no había experimentado desde que diez años atrás presencié con asombro el primer ensayo de Killing Zoe. Durante muchos años busqué la repetición de aquel sonido sin conseguirlo, ni siquiera en el grupo que tuve con el otro guitarrista de Killing Zoe. Tuve que esperar todo este tiempo para saber que aquella magia estaba dentro de Fran Molinero. Y esa magia ha estado esperando todos estos años para volver a ver la luz.

DANDA

martes, 13 de marzo de 2007

Comienza el trabajo

Era un día importante. Tras las sesiones de improvisación con Román, comenzábamos el trabajo propiamente dicho, el correspondiente a los nuevos temas. Una incógnita.

Álex y yo habíamos trabajado la estructura de un primer tema, hasta dar con una fórmula más o menos definitiva. Fuimos parte por parte, para que Román (bajo) tocase encima, aprendiendo los acordes, probando... Sus líneas sincopadas, muy funk, se llevaban a la perfección con mi guitarra rítmica, algo obsesiva, bastante kraut y, ejem, bastante new wave (por decir algo). El sonido se disparaba en una parte de acordes progresivos que soportará las letras, las voces. Más que un trío, aquello parecía la formación completa de Blood, Sweat & Tears, en lo referente al número de músicos, claro está. Imaginé unas buenas bases de teclados, completando la agresión: la guitarra corta los acordes, sonando muy aguda, como una sierra; la batería de Álex flota con facilidad casi solista; el bajo de Román, puntúa, refuerza, late... Nos queda establecer esas líneas de bajo, para contraponer la dinámica violenta entre las partes, así como empezar el trabajo melódico y solista, liberada mi guitarra del simple acompañamiento...

En definitiva, una sesión muy, muy prometedora. Román ha demostrado que puede trabajar de un modo desconocido en él, alejado de loops y máquinas, más próximo al rol tradicional del bajista, y bailando ligero sobre extrañas combinaciones de acordes (esos intervalos...). Cuchillo Mundo crece.

Sigo disfrutando de mis compañeros. Músicos creativos, capaces de hacer crecer un tema, enseñándote nuevas facetas, nuevas caras, haciéndolo girar más y más deprisa. La sensación de comodidad, en medio del grupo, mientras tocaba, era desconocida para mí. Es algo que se echa de menos, hasta el próximo ensayo. Ese sonido de banda, la gran virtud del rock: un todo más grande que la mera suma de las partes.
Estos ensayos compensan la difícil decisión de volver a la música, a tocar, con casi 30 años, y después de más de cinco en blanco. Quizá tengan razón los viejos artistas Tang y haya que olvidarse del arte, para luego recuperarlo de una manera natural. Me enamoré del proceso, cuando antes sólo valía el resultado. Ya no hay conflicto con la música. Por eso escribo en este blog: para documentar ese proceso, válido en sí mismo, como sabían Pollock o Rothko o William Baziotes... El resultado, afortunadamente, ya está lejos de mi alcance.

FRAN MOLINERO

jueves, 8 de marzo de 2007

Mundo

Segunda sesión con Román.

Esta vez, jugamos en su terreno. Las dos horas fueron estrictamente electrónicas, con unas bases creadas ex-profeso para este ensayo. El resultado, un poco errático: la percusión de Álex, al tener que respetar la programada, ya no era el motor del grupo; mi trabajo, aún más limitado, al tener que seguir las secuencias, en un mismo tono invariable... Hubo momentos buenos, pero la rigidez del programa, sin otra persona manipulándolo, elimina las aternativas, esos espacios inesperados que surgen en la improvisación acústica. Me limité a algún apunte solista y, sobre todo, a reforzar con series más o menos minimalistas. Román, en cambio, lanza su bajo con mucha fuerza, acostumbrado a "cette manière".
Las máquinas te dirigen a una especie de limbo sónico, una línea mediana que no entiende de curvas. Te contagian su lógica del justo medio. Quizá haya que seguir trabajando con ellas, para adecuarlas al proyecto de Cuchillo Mundo, hecho precisamente de su contrario, de contrastes, y muy violentos. Es un reto.

También es posible que las bases de hoy fueran muy House. Hablando con Román, de vuelta a casa, comentamos que quizá habría que dar con un espacio más oscuro, más próximo a Tangerine Dream o Klaus Schulze. Estoy convencido de que esas máquinas pueden ayudarnos mucho en la búsqueda abstracta de un sonido del pensamiento, un sonido que se baste a sí mismo. La repetición puede ser un arma, como la oscuridad.
Me parece que debemos situarnos más allá de nosotros mismos, partiendo de una especie de caos indiferenciado, de una oscuridad que también lleve a la luz, y viceversa. Rozamos con la punta de los dedos ese lugar, en ocasiones. El Espíritu del Valle, que diría Lao Tse. Me recuerda a Heráclito, y el camino -esta vez, en música- es el mismo: el juego complementario e imposible de los opuestos. Voy detrás de ese sonido, que no se va a parecer a ningún otro. Su movimiento será el giro, una espiral cambiante, ajena, autónoma, incomprensible. La figura sería un réquiem perfecto para Jean Baudrillard (in memoriam). Pero esta figura es un mundo-sonido, un mundo que cuestiona al Mundo que lo contiene.

Mundu, mundo, world, pitibi, welt, mundus, mondo... Hacer honor a nuestro nombre.

martes, 6 de marzo de 2007

Un giro inesperado

Novedades en Cuchillo Mundo.

Álex Valero contactó esta semana con Román, un músico electrónico ovetense. Sin ninguna experiencia en el rock, ni siquiera en colaboraciones con otros músicos (a nivel de grupo), pudimos contar con él como bajista. Su trabajo individual es brillante: escuchamos unos mp3, antes de tocar con él. Electrónica en un montón de estilos, con loops, bases y secuencias en combinación con su instrumento principal, el bajo. En cierta manera, improvisaciones, temas largos que se van desarrollando con extraña frescura y una facilidad evidente. Me recordaron inmediatamente a Squarepusher, quizá por los toques jazz fusion, o por el papel prominente del bajo. Aunque Román bromeaba sobre su capacidad, en el encuentro que tuvimos antes del ensayo, ya sospechaba que su calidad como intérprete era más que buena: tenía "in mente" algunos de sus bajos slap, y algunas líneas ciertamente funkies.

¿Puntos en común, a priori? El Kraut Rock, que creo es la música que siempre comparten los experimentalistas del rock y la eléctronica. Cluster, Can, Harmonia, Neu!... Eran grupos que se movían entre ambos mundos, sin mayores problemas, y que definieron en cierto sentido cómo se improvisa, en uno y otro lado.

En el ensayo, nos tiramos dos horas de impros. Desde el principio, sentí la inventiva y el sostén rítmico, algo que no he experimentado desde una grabación en estudio con Salva López, en el 96. Román es un buen, buen, buen bajista. Empezamos haciendo rock y la conjunción en trío me pareció casi instantánea: enchufar, tocar y sonar a grupo. Por momentos, la combinación echaba humo. Supongo que los chicos del pop lo llamarían "power trio".
Después, Román conectó su portátil y comenzó a jugar con los cacharros: intercambio de instrumentos, con Román a las teclas (Rhodes, Mellotron, secuencias MiniMoog...), Álex divirtiéndose sobre la base electrónica, mejorándola, y yo con unos bajos realmente obsesivos. Algunas de las cosas que salían del ordenador, me recordaron a los Can de 1975.

En definitiva, Cuchillo Mundo puede que ya tenga bajista. Ahora resta el trabajo diario, ver cómo se adapta Román a temas completos, definidos, más o menos cerrados (una nueva forma de trabajo para él) y ver también cómo se adapta el resto del grupo a Román. El proyecto está abierto y las potencialidades son realmente grandes.
¿Formación ideal? Creo que con un teclista, el grupo ya sería una entidad completa. Cada vez me apetece más añadir voces, pero eso quizá venga un poco más tarde.

¿Por qué sé que Román es el bajista perfecto para el grupo? Porque, de vuelta a casa, me apetecía re-escuchar las líneas del bajo, disfrutarlas. Me ocurre algo inédito: voy a ensayar, sobre todas las cosas, para poder oír a mis compañeros de grupo. ¡Soy fan de la gente con la que toco!. Esto es un verdadero placer.

Un giro inesperado.

FRAN MOLINERO

jueves, 1 de marzo de 2007

Visita

Pequeña visita en el pequeño mundo, cuchillo.

Hoy el ensayo se redujo a una visita de Luis, guitarrista y amigo. "Vengo de oyente". No traía instrumento alguno y tuvo que limitarse a la actividad más difícil del mundo -escuchar- y a intentar una "Roxanne" que Sting cantaba en alturas imposibles, en masculino, excepto para el cantante rubio de los Pecos y Jon Anderson. Bien mirado, puede ser una cuestión de hormonas, si se trata de esos dos...

Álex, batería, no pudo llegar hasta las siete y cuarto, lo que dejó el ensayo en menos de 45 minutos. Led Zeppelin, en ese tiempo, hubieran grabado un disco; Pink Floyd, ni habrían montado la batería... Estuve solo una hora y cuarto, jugando con una afinación en D, muy Joni Mitchell, a la que no conseguía sacarle nada en claro, con la guitarra eléctrica. Las afinaciones folkies sólo te dejan tres opciones: jugar con las seis cuerdas, con acordes amplísimos; reducir esos acordes a triadas; o buscar extrañas armonías en los arpegios... Tras una pequeña impro -batería y bajo, ya sabéis-, Luis me dijo que le gustaba una serie arpegiada que, en realidad, había trabajado la hora anterior, y que inserté sin mucho tino. De hecho, y visto que a Álex también le convence la afinación, seguiré con las ideas que machacaba yo solo, en el local, sin mucha fe, pero que empiezan a relacionarse de manera aún imprecisa: afinación folkie, parte muy marcada en 9/8 (que, también metí en la impro, sin sentimiento de extrañeza por parte de Álex... te dije que lo conseguiría) y arpegios con armonías ricas, como las de Mr. Andy Summers.

Tocamos en frío el primer y único tema. A Luis le pareció "difícil", supongo que de interpretación. Es duro interpretar un tema así, sin más tomas ni preparaciones, y sólo con guitarra-batería. El problema es que Álex y yo, al tocarlo, imaginamos la construcción completa, con arreglos, bajo, teclados... y el oyente sólo puede escuchar una guitarra rítmica y una percusión, esbozos de lo-que-puede-ser.
Jugamos tambiñen con el segundo tema, aún en el aire, y creo que la alternancia de un par de esquemas contrapuestos (la secuencia de acordes -A- y unos arpegios desde el Infierno -B-), dio un buen juego. A veces, lo simple es mejor.

A la espera de nuevos músicos. Miedo a tener que variar tantísimo, a acostumbrarse a un espacio enorme y luego acomodarlo a la entrada de nuevos músicos. En realidad, el actual es un tiempo muy ingrato: meterse en el tópico de la guitarra rock, "tocar siempre", porque hay que llenar el espacio. Hoy en día, es literal: guitarra y batería. También el no recibir ideas melódicas y armónicas, sugerencias, de otro instrumento, ese "interplaying" que siempre suscita nuevas ideas, mayor fluidez, movimiento.

Cuchillo Mundo, tan incierto aún, se me va mostrando como un sonido, una forma de encarar el rock llena de ángulos y abismos. Necesito estas cosas para aferrarme a un proyecto. Sin visión general, no hay proyecto. El problema de éste, además de los inicios difíciles y problemas logísticos, es su necesidad de precisión. Es complicado ser preciso en una música de contrastes marcados, violentos.

Contrastes marcados, violentos.

FRAN MOLINERO