jueves, 22 de noviembre de 2007

Danda en Alemania: El recital (intermedio)

Esta semana tengo mucho trabajo y no puedo seguir con la historia de mi viaje a Wetzlar... así que simplemente os dejaré este vídeo para que sigáis compartiendo mi experiencia:

El vídeo de "We arrived at the station":

http://www.youtube.com/watch?v=W1zeVmkJ08k

Y un fragmento de "Testimony":

http://www.youtube.com/watch?v=2VBepmNauRw

Hasta la semana que viene.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Danda en Alemania: El recital

I. La peregrinación

Todo empezó hace una semana. Después de llevar un mes tratando de aclimatarme al clima lemán, y viendo publicidad de la figura de la vieja gloria setentera Roger Hogdson, el tío de la voz aguda de Supertramp, empapelada por todas las calles de Frankfurt (aunque ahora el escote de Celine Dion y su apropiadamente titulado "Corriendo riesgos" parece haberle tomado el relevo), me pregunté si sería posible que hubiera por aquí cerca algún concierto de mis artistas favoritos. Abrí entonces internet, y entré directamente en la página mostrando la lista de actuaciones en directo de la página oficial de Neal Morse.

Veamos: Kelsterbach, Frankfurt: días 1 y 2 de noviembre.

Era 6 de noviembre.

Con un "timing" impecable, me había perdido no uno sino dos conciertos de Neal Morse que tenía al lado mismo de mi casa. La sensación de derrota era indescriptible. ¿Qué podía hacer? Pues nada, resignarme y esperar la próxima visita... ¿quizás el año que viene? ¿Acaso voy a seguir aquí el año que viene? No. Volví a mirar las fechas. Morse seguía su gira por Bélgica y Holanda... pero seguía una trayectoria parabólica (nunca mejor dicho, dada su obsesión "evangelizadora") y volvía a Berlín y finalmente a un sitio llamado Wetzlar.

Tras plantearme ir a verle a Berlín (con un viaje de unos 550 km de nada...), examiné la opción de Siegen (130 km) y finalmente Wetzlar... que "sólo" estaba a 70 km. Era el último concierto de la gira, y me caía en un día de trabajo... aunque más tarde de lo normal (los demás conciertos eran a las 19h, pero este era a las 20h), lo que me facilitaría el viaje. ¡No podía perdérmelo!
Tras pedirle ayuda a un compañero de trabajo para que me ayudase a buscar por internet los horarios de los trenes (¡Gracias, Felix!), me dispuse a emprender mi viaje. El día anterior madrugué de forma exagerada para ir acostumbrando el cuerpo a levantarme temprano para poder entrar (y por tanto salir) antes del trabajo. El problema es que a la hora de salir, se me olvidó que había entrado una hora completa antes y la máquina de fichar se volvió loca al haber sobrepasado la jornada de trabajo por un margen tan amplio. Recordé la prohibición expresa de trabajar más de la cuenta (las leyes laborales alemanas son bastante estrictas), pero por suerte mis jefes fueron comprensivos y no me echaron a la calle (todavía...)

Llegó el día. Entré temprano (pero no mucho), cumplí con mi trabajo de la mejor forma que pude teniendo en cuenta que tenía que salir lo antes posible por la tarde, y corrí a la estación de trenes. Lo bueno de ir con antelación es que tuve margen para esperar en una cola de 20 personas y preguntar qué tren tenía que coger sin comerme las uñas al ver que se me iba a escapar. Lo bueno es que las indicaciones me las dieron por escrito, imprimiendo todo para que lo pudiera tener a mano y leerlo. Un punto a favor de los ferrocarriles alemanes.

Fui a la vía que me indicaron, y veo que de allí salen dos trenes distintos a la misma hora. ?!!?! Echo a andar esperando coger uno de los primeros vagones para bajarme antes en la estación de llegada, pero cuando estaba por los vagones de enmedio, me fijo: Los vagones delanteros tienen un rótulo electrónico con un destino distinto. En ese momento entiendo lo que pasa: han juntado dos trenes que van a ir juntos hasta cierta parte del trayecto y después se separan. Retrocedo entonces y me subo a "mi mitad". Hago bien en asegurarme un sitio, porque al poco tiempo el vagón se llena, y me refiero a llenarse de verdad. Hasta el pasillo está ocupado.

El viaje es largo. La gente lee, la gente duerme, la gente va cenando, la gente se sienta en el suelo esperando su lejano destino. "Serán commuters", pienso, y me sumerjo en mi propio libro, "El Beach Boy perdido: La historia de David Marks". No, no lo busquéis en vuestra librería de la esquina, porque está en inglés. Todo va bien, exceptuando un pequeño retraso de diez minutos aceptable en cualquier país (a excepción de Japón), hasta que de pronto el tren se detiene.
"Bueno, son cosas que pasan", pienso. Pero el tiempo transcurre y la gente se empieza a alborotar. Cuando una voz da un mensaje por un telefonillo del vagón y la gente reacciona con revuelo, ya me doy cuenta de que algo extraño pasa.

Diez minutos más. Bueno, todavía no debo preocuparme. Para algo me tenía que servir venir con una hora de antelación, ¿no? Ya dispuesto a ahorrar tiempo para cuando baje del tren, saco el bocadillo y aprovecho para cenar allí mismo, como mucha otra gente. El tren se acerca unos metros para pararse delante de un anden, y algunas personas se bajan.

Diez minutos más. Esto ya no es normal. Le pregunto a la chica de al lado, "¿Habla usted inglés?". Respuesta: "Nie". Pregunto a la chica de enfrente. Tampoco. Busco con la mirada rápidamente a alguien que sepa inglés. Una chica que tengo enfrente busca con la mirada a un chaval rubio que está sentado inmediatamente al otro lado del pasillo. Él sí sabe inglés."¿Qué está pasando?". "Bueno, resulta que este tren tenía que separarse de otro en la estación de Giessen y no lo ha hecho, con lo que hemos seguido en la dirección equivocada". ¡Pero bueno! O sea, que en Alemania juntan los trenes para ahorrarse unos eurillos pero luego no se acuerdan del "pequeño detalle" de separarlos. Mi preconcepción de la "eficiencia" germánica empezó a resquebrajarse.

Diez minutos más. ¿Qué está pasando aquí? La gente sale del vagón, vuelve a entrar. ¿No pueden dar la vuelta, ni seguir adelante a un sitio donde pueda uno coger otro medio de transporte? Vuelvo a hablar con el chico rubio. "¿Se sabe qué pasa?""No, no han dicho nada más. Lo que han dicho por los altavoces no aclara nada, sólo nos dicen que esperemos".

Cuando vine a Alemania me dijeron que todo el mundo habla inglés. Pues bien, es falso. Me di cuenta de que en aquella situación permanecer con ese chico (y con una chica que lo acompañaba, pero que no hablaba mucho) era la mejor forma de tener un punto de contacto con la realidad circundante. Para saber cuánto tiempo podría depender de él, le pregunté: "¿Vas en dirección aWetzlar?". "Sí, yo también voy allí". Ah, vaya coincidencia... ¿o no? Añado: "Voy allí a una actuación musical". Se le iluminó la cara: "Ah, yo también... ¿Neal Morse?". "¡Sí!!". Estupendo. Así ya queda establecido que podríamos permanecerlos tres juntos. Incluso les ofrezco que si nos acercan a alguna estación que cojamos un taxi compartido entre los tres.

Diez minutos más. Está claro que dios no ha querido que lleguemos a tiempo al concierto de Neal Morse. Una cita bíblica sería muy apropiada aquí: "Los últimos serán los primeros". O, en este caso, los primeros serán los últimos. Para una vez en mi vida que me permito un esfuerzo extra para ser puntual, me encuentro con el sabotaje del ferrocarril alemán.

De pronto, el tren arranca en dirección contraria. Miro a la gente que ha salido y está de pie en el andén. Me pregunto si sabrían que el tren arrancaba y si se han quedado a propósito. El tren avanza (o retrocede) de una forma tremendamente lenta. Consulto mi horario y hablo con el chico alemán. Me dice que hay otro tren a Wetzlar que pasa por Giessen dentro de 10 minutos.
El tren llega al fin a Giessen con la hora realmente justa. Vemos un tren parado al otro lado de la estación y corremos como chiflados hacia él, casi dejándome los pulmones en el intento (soy un poco asmático) para descubrir que ni siquiera era el tren que buscamos. Adivinadlo: este nuevo tren también se había retrasado.

Milagrosamente, y ya no sé cómo llamarlo, llegamos a nuestro destino. Con la oportuna orientación de un mapa de Google que había impreso unos días antes, conseguimos llegar a nuestro destino dando no demasiadas vueltas (aunque debo admitir que dimos una vuelta a la manzana completamente innecesaria). Cuando ya empezábamos a pensar que nos habíamos perdido, vimos claramente la cabezota de Neal Morse desde un ventanal frente a nosotros. Entramos a toda mecha. El chico rubio dijo "¡Yo tengo que ir al servicio antes!!!", pero yo ni siquiera titubeé, avanzando con paso firme hacia un asiento libre en las primeras filas. Neal estaba cantando sentado al piano. Me senté, y escuché.

La canción, por si conocéis la obra de Neal Morse, era "The kind of heart". Empecé a escuchar lo que cantaba, y de pronto escucho con claridad este verso: "We arrived at the station...".

Literalmente, "Llegamos a la estación".

Al final sí, y de milagro. Neal, el espíritu santo te ilumina.