martes, 13 de marzo de 2007

Comienza el trabajo

Era un día importante. Tras las sesiones de improvisación con Román, comenzábamos el trabajo propiamente dicho, el correspondiente a los nuevos temas. Una incógnita.

Álex y yo habíamos trabajado la estructura de un primer tema, hasta dar con una fórmula más o menos definitiva. Fuimos parte por parte, para que Román (bajo) tocase encima, aprendiendo los acordes, probando... Sus líneas sincopadas, muy funk, se llevaban a la perfección con mi guitarra rítmica, algo obsesiva, bastante kraut y, ejem, bastante new wave (por decir algo). El sonido se disparaba en una parte de acordes progresivos que soportará las letras, las voces. Más que un trío, aquello parecía la formación completa de Blood, Sweat & Tears, en lo referente al número de músicos, claro está. Imaginé unas buenas bases de teclados, completando la agresión: la guitarra corta los acordes, sonando muy aguda, como una sierra; la batería de Álex flota con facilidad casi solista; el bajo de Román, puntúa, refuerza, late... Nos queda establecer esas líneas de bajo, para contraponer la dinámica violenta entre las partes, así como empezar el trabajo melódico y solista, liberada mi guitarra del simple acompañamiento...

En definitiva, una sesión muy, muy prometedora. Román ha demostrado que puede trabajar de un modo desconocido en él, alejado de loops y máquinas, más próximo al rol tradicional del bajista, y bailando ligero sobre extrañas combinaciones de acordes (esos intervalos...). Cuchillo Mundo crece.

Sigo disfrutando de mis compañeros. Músicos creativos, capaces de hacer crecer un tema, enseñándote nuevas facetas, nuevas caras, haciéndolo girar más y más deprisa. La sensación de comodidad, en medio del grupo, mientras tocaba, era desconocida para mí. Es algo que se echa de menos, hasta el próximo ensayo. Ese sonido de banda, la gran virtud del rock: un todo más grande que la mera suma de las partes.
Estos ensayos compensan la difícil decisión de volver a la música, a tocar, con casi 30 años, y después de más de cinco en blanco. Quizá tengan razón los viejos artistas Tang y haya que olvidarse del arte, para luego recuperarlo de una manera natural. Me enamoré del proceso, cuando antes sólo valía el resultado. Ya no hay conflicto con la música. Por eso escribo en este blog: para documentar ese proceso, válido en sí mismo, como sabían Pollock o Rothko o William Baziotes... El resultado, afortunadamente, ya está lejos de mi alcance.

FRAN MOLINERO

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